¿Sabías que el campus central de la ciudad universitaria de la Universidad Autónoma de México tiene una historia y una belleza tales que su valor se extiende a la humanidad toda? Así es, por que desde el 2007 este lugar se incluye entre los bienes culturales del Patrimonio Mundial.
Los bienes inestimables e irremplazables de las naciones, tal como los describe la Convención para la Protección del Patrimonio Mundial Cultural y Natural, son aquellos recursos cuyo menoscabo significaría una pérdida inigualable para la totalidad de la humanidad. Este tratado data de 1972 y se inscribe en el marco de la Unesco. Desde 2016, ya son 192 los países que lo ratificaron y que comenzaron a trabajar por la preservación de su naturaleza y su historia.
Cada uno de los bienes que se incluyen en la Lista del Patrimonio Mundial de la Unesco se considera de interés de todas las personas y su cuidado atiende también a las generaciones futuras.
Hoy los sitios que se enumeran en dicha lista suman un total de 1092. Se encuentran clasificados en tres categorías: bienes culturales (que incluye la mayoría de los bienes, albergando 845), bienes naturales (con 209 bienes) y bienes mixtos (apenas 38).
Desde bosques y desiertos, pasando por lagos y montañas, hasta edificios y ciudades enteras, el Patrimonio Mundial abarca una diversidad de espacios localizados en más de 163 Estados diferentes. Italia y China son los países que lideran la lista, con 54 y 53 sitios respectivamente.
Les siguen España, Alemania y Francia. En Latinoamérica, México es el lugar que cuenta con una mayor cantidad de Patrimonio Mundial, teniendo 35 espacios reconocidos por la Unesco bajo este carácter.
La idea de constituir un Patrimonio Mundial tiene uno de sus primeros afluentes en la campaña internacional que la Unesco lanzó en 1959, cuando el gobierno egipcio tuvo la voluntad de construir una presa que dejaría sepultados bajo el agua, entre otros tesoros, los templos de Abu Simbel.
A partir de la intervención de la Unesco, se logró que fueran trasladados a un territorio más elevado y que, a la vez, la reconstrucción efectuada fuera por completo minuciosa. La comunidad internacional no solo se hizo presente con su movilización, sino que también participó costeando la mitad de los gastos requeridos para la empresa.
Y, tal como afirma la Unesco, la relación entre el Patrimonio de la Humanidad y el desarrollo sostenible es clara. Lo cierto es que la preservación del Patrimonio Natural y Cultural implica una contribución trascendental al desarrollo de ese sitio y, por lo tanto, también al desarrollo de su entorno.
Por ejemplo, en 1980 las fortificaciones de la costa caribe de Panamá fueron registradas como Patrimonio Mundial. La importancia de este conjunto arquitectónico reside en sus particulares características, propias de los diseños militares que desarrolló el Imperio Español entre los siglos XVII y XVIII.
La acción de la Unesco tuvo el objeto de reparar el gran daño acaecido en esta zona y contribuir, de esta manera, a su sostenibildad. Por cuestiones medioambientales, falta de mantenimiento y un desarrollo urbano colindante descontrolado, las fortificaciones habían comenzado a decaer. El reconcomiendo hecho por la comunidad internacional, generó la sanción de leyes protectoras.
El Patrimonio de la Humanidad busca resguardar la cultura mundial y asegurar que pueda transmitirse de generación en generación. Cada uno de los sitios consignados en la Lista de la Unesco se reviste de un nuevo valor para nuestros ojos.
Pero… ¿cuántos recursos culturales y naturales hay en nuestro planeta que aún no han sido estimados como deberían?