¿Alguna vez te preguntaste cuáles son tus hábitos de lectura? ¿Piensas que probablemente han sufrido cambios desde que eras un niño hasta ahora?
El proceso de lectura parece haber sufrido algunos cambios trascendentales en las últimas décadas, sobre todo, a partir de la llegada de internet.
Resulta sumamente aceptable el pensamiento introducido por el historiador francés Robert Chartier: el acto de leer textos a través de una computadora es la tercera revolución de la lectura desde el Medioevo.
La primera revolución: el códice
La aparición del códice –antecesor del libro – en los tiempos lejanísimos de la alta Edad Media, comenzó a consolidar el hábito de la lectura silenciosa.
Lo que antes constituía una práctica completamente extraña –porque el pergamino o rollo no tenía las ventajas que un códice para hacer de la lectura un acto íntimo y personal, por lo que propiciaba la lectura en voz alta –empezó a perfilarse como una actividad recreativa accesible cada vez a más personas.
La segunda revolución: la lectura irreverente
Una segunda revolución la encontramos en el siglo XVIII, cuando la lectura intensiva comenzó a mutar en una lectura extensiva.
Característica fundamental de este nuevo lector era su avidez por consumir más y más textos, leídos con rapidez y practicidad, una lectura “libre, desenvuelta e irreverente”.
La tercera revolución: por supuesto, Internet
Y ya volviendo a nuestros días, la explosión de internet en las culturas actuales ha dado lugar a una transformación sin precedentes que, a su vez, ha introducido nuevas formas de leer. El texto impreso ya no es la única forma de llegar a la información. La lectura a través de pantallas es la que prima hoy en día y se conforma como la tercera revolución.
Esto aporta un factor totalmente original: la interacción. El hipertexto –figura clave de la nueva lectura –conecta distintos bloque de información relativamente autónoma, tanto verbal como no verbal, que nos permite acceder a diversos tipos de soportes en un mismo instante.
Empezamos leyendo un texto, para luego diferir la navegación hacia un video que se sugiere al final de nuestra lectura y, en medio del video, ser conducidos hacia otra página que trae consigo otros conocimientos al respecto. Una hora más tarde, el objeto inicial de nuestra búsqueda de información en la web está completamente diluido por la multiplicidad de material complementario encontrado.
La tercera revolución es poderosa. Tenemos que estar atentos para que siempre nos abra caminos y nunca entorpezca nuestro avance.